“En cincuenta años de prédica desde la cátedra, la tribuna, el libro, el folleto y el diario, se insistió, en los mismos temas, con tenacidad, respaldando la palabra con la conducta personal, sin obsecuencia para los poderosos y sin soberbia para los humildes; con tolerancia para todos, con simpatía y comprensión para los jóvenes hasta en sus errores, con amor apasionado al Perú y con fe inquebrantable en su feliz destino.
No reconozco en mí otra culpa que la de no haber hecho más por los que tanto necesitan de la ayuda del amparo y de la protesta por la miseria, el dolor y la injusticia que sufren.
Por respeto a la función pública que ejercía y por prohibición legal que limita el derecho político de los servidores del Estado, omití muchas veces decir públicamente lo que mi conciencia me dictaba.
En mis libros queda escrito mi pensamiento, con toda nitidez, con absoluta franqueza y plena convicción”.
Luis E. Valcárcel